martes, octubre 10, 2006

CASA DE TRAPO

De vez en cuando y muy seguido
la ciudad tiene ciertas acuarelas obscenas que se pasan por alto.
No sé si alguna vez han visto gorriones en los árboles
con hojas de smog comiéndose otros gorriones,
a las viejas palomas de Plaza Constitución
flacas de miedo,
porque el aire además de tener sonidos inusuales,
carga con el eco de los retorcijones
de jubilados que despiertan con una pancarta en la mano
y una honda en la otra.
Ahora que la costumbre hace que una queja sea un silbido
las estatuas a veces se juntan todas en una misma plaza
para que sus brazos ó sus piernas
no se transformen en elementos indispensables en ciertas manifestaciones
ó sólo por el hecho de esquivar alguno que otro pedido al Estado en forma de graffiti.
No sé si han ido a los teatros que hay sobre la calle Corrientes
teatros rodeados de luces y restoranes y pollos al espiedo y mendigos
y puertas de taxis y lisiados
rengos // ciegos// sordos// putas// proxenetas,
traficantes en medio del tránsito incansable
que no se sabe donde carajo va.
La ciudad llena de gorras y latas
y monedas y empedrados y hoteles subterráneos
edificios empapelados con propuestas de cartón
villas a unas cuadras del Congreso con una plaza de Mayo en ayuno,
un Congreso enrejado y mas de un presidiario suelto
no se reserva de ningún patético aspecto y no respeta a nadie y no perdona nada.
La ciudad de trapo tiene paredes que caen y veredas de verdura
y ladrones en cada blanco y un obelisco fláccido
y platos vacíos y chicos y fiebres
y el zumbido de una protesta de hace tres días en las calles,
lunares donde hay autos hundidos.
No sé si la han visto
pero tiene pasillos que son como tentáculos donde llueven estampitas
y contrastes que provocan preinfartos precoces
mientras se produce un silencio que genera una duda
que se mueve hasta en las fauces de una tarde cualquiera
como una serpiente buscando una mordida,
el grito de la métrica perfecta.
Encima de todo y sobre el ocaso poético de todos los tiempos
los rayos del sol ni tocan el suelo
porque el espacio que hay entre el aire y la tierra está inundado de cables
antenas y radares y frecuencias, ruido
rascacielos y torres y columnas de carbón, industria
zepelines y aviones y cohetes y misiles, enjambres
pactos y guerras y sepelios, evolución.
No sé si han visto el cielorraso de la ciudad
pero parece derrumbarse
avalancha inevitable de fatigas y rasguños
que entreteje un amenecer que se confunde con lo razonable
que deshace hasta el mas mínimo detalle del primer segundo de la mañana
cuando empieza el andar de lo cotidiano
y ciertos paisajes se pasan por alto.
Ver la ciudad es mirarle los pies a un pibe
y no encontrarle los zapatos.


Maximiliano González